Noticias

“Manuel Sotomayor Muro, un maestro en historia de la Iglesia antigua y arqueología cristiana en nuestro país”

3 de agosto de 2020 - General

El pasado 22 de julio nos dejaba el Padre Manuel Sotomayor Muro (SJ) a la edad de 97 años en Salamanca. Nacido en Algeciras en 1922, a la que siempre se sentía unido, era un andaluz con salero y una fina ironía que observaba las cosas con espíritu crítico y gran ponderación, y sobre las que se expresaba sin pelos en la lengua, tanto en medios periodísticos —era un colaborador habitual de El Ideal, de Granada–, como en los foros de los especialistas. Era un gran erudito, un ilustrado polifacético y un científico de referencia. Defendió con ahínco el patrimonio arqueológico, aun a costa de encararse con los poderes civiles —como en el caso de las obras de la estación del AVE de Cercadilla en Córdoba (1991)— donde fue destruida una de las villas-palacio de la antigüedad tardía más importantes descubierta en la península Ibérica.

Pero si algo se sentía Don Manuel era historiador, aunque hizo numerosas excavaciones arqueológicas, sobre todo en los hornos de cerámica romana, como los de Andújar en Jaén —cuyo museo lleva su nombre— o los de La Cartuja en Granada, en las que se formaron generaciones de ceramólogos de terra sigillata hispanica. También excavó, junto a Pedro de Palol, en la villa romana de Bruñel (Quesada, Jaén) y en la basílica de Ceuta. Un arqueólogo con todas sus letras.

Un historiador fascinado por los orígenes del cristianismo en sus vertientes tanto de fuentes escritas como materiales, fueran artísticas o arqueológicas. Su nombre irá siempre ligado a la iconografía cristiana antigua, que empezó con su tesis doctoral sobre la representación de san Pedro en la época paleocristiana, y que acabó consolidándose después con el estudio de los sarcófagos paleocristianos. Sotomayor elaboró el corpus de sarcófagos cristianos de taller romano hallados en Hispania, publicado en 1975, que reúne tanto el estudio iconográfico como arqueológico de estas magníficas piezas, y que apostilló en 1978 con unas notas históricas sobre las circunstancias de su hallazgo. Su estancia en Roma —donde estudió Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana— y la docencia de Iconografía cristiana que ejerció en el Pontificio Istituto di Archeologia Cristiana le permitieron conocer de primera mano los sarcófagos romanos y sus principales características.

Otro de los temas por el que se sintió atraído fue el monumento de Centcelles (Tarragona), tanto en el estudio de su iconografía cristiana como en la interpretación del conjunto. Participó de los debates científicos con Javier Arce, Helmut Schlunk, Theodor Hauschild o Achim Arbeiter, en numerosos artículos,  una polémica todavía muy viva y lejos de estar resuelta. De hecho la FHEAG —junto al MNAT y el PIAC— participa en un congreso previsto para finales de junio de 2021 para intentar esclarecer su función. Con todo, y parafraseando uno de los títulos de los artículos de Sotomayor, “Centcelles sigue siendo un enigma”.

Como historiador de la Iglesia, habría que destacar dos grandes obras que han formado a generaciones de investigadores, una al principio de su carrera y otra, como coordinador junto a José Fernández Ubiña, como proyecto de madurez (2003). Se trata de la obra La Iglesia en la España romana en la colección Historia de la Iglesia en España, dirigida por García Villoslada (1979) y la Historia del cristianismo. I. El mundo antiguo (2003).

De su ingente legado como historiador de la Iglesia antigua habría que destacar tres temas fundamentales: el concilio de Elvira, la influencia de la Iglesia de Cartago en las iglesias hispanas, y la cristianización o evangelización del campo en época romana y visigoda. En cuanto al concilio iliberritano defendió su antigüedad —en la primera década del siglo IV— con vehemencia hasta el final de sus días, frente a propuestas que proponen entender sus actas como un compendio de varias reuniones conciliares hispánicas celebradas entre el siglo IV y su revisión última en el siglo V. También con determinación relativizó la dependencia en el origen del cristianismo hispano que ciertos sectores de la historiografía de los años 70 y 80 del siglo pasado defendían. La presencia de los sarcófagos romanos y su importación temprana ya en el siglo III le hizo decantar la balanza por una influencia romana, sin descartar la relación africana, en un ejemplo encomiable de utilización de los datos arqueológicos en la interpretación histórica. Y, por último, la relación ciudad/campo y la penetración del cristianismo en el territorio lo llevó a tratar las actas conciliares, los textos patrísticos y la epigrafía para poder determinar el alcance en la gestación de la red parroquial, y el papel jugado por la aristocracia terrateniente y las sedes episcopales. Puede consultarse su producción científica en el portal de Dialnet.

Un adiós muy sentido, P. Sotomayor. Gracias por tus enseñanzas y por tu buen humor. La arqueología cristiana de España es ahora un poco más huérfana. Que los santos y mártires tan queridos por ti te acompañen al paraíso. STTL. DEP.

 

Cristina Godoy Fernández